Juro
que es verdad
El catorce de Mayo la noche
cayó de pronto.
La Aurora se detuvo el
quince
igual que si quisiera
recordar algún olvido
y el Sol que la seguía
equivocó la vereda.
La ciudad se encogió un
poquito, casi
hasta quedarse en pueblo,
sin jardines,
sin grandes avenidas ni
suntuosos
edificios ni automóviles.
Volvieron
los bueyes, las gallinas,
las mujeres
en la fuente, los perros
ladradores,
gatos en el alféizar, moscas
en el estiércol,
campesinos volviendo del
trabajo y en sus labios
canciones olvidadas que
trataban
del amor y la distancia. La
taberna
de enfrente se llenó de
fumadores…
Luego todos, los muertos y
los vivos,
el antes y el ahora, lo que
será mañana,
se cubrieron de miel,
después de polvo
y más tarde de nada, y
ascendieron
al cielo de los santos
olvidados
y aguardaron callados, sin
moverse,
a que el Sol encontrara su
carrera.
Imagen: Pieter Brueghel, Los proverbios flamencos, 1559.
No hay comentarios:
Publicar un comentario