sábado, 12 de marzo de 2016

DANUT DALCA










Juro que es verdad

El catorce de Mayo la noche cayó de pronto.
La Aurora se detuvo el quince
igual que si quisiera recordar algún olvido
y el Sol que la seguía equivocó la vereda.
La ciudad se encogió un poquito, casi
hasta quedarse en pueblo, sin jardines,
sin grandes avenidas ni suntuosos
edificios ni automóviles. Volvieron
los bueyes, las gallinas, las mujeres
en la fuente, los perros ladradores,
gatos en el alféizar, moscas en el estiércol,
campesinos volviendo del trabajo y en sus labios
canciones olvidadas que trataban
del amor y la distancia. La taberna
de enfrente se llenó de fumadores…
Luego todos, los muertos y los vivos,
el antes y el ahora, lo que será mañana,
se cubrieron de miel, después de polvo
y más tarde de nada, y ascendieron
al cielo de los santos olvidados
y aguardaron callados, sin moverse,
a que el Sol encontrara su carrera.


Imagen: Pieter Brueghel, Los proverbios flamencos, 1559.



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