¡Con qué ligeros pasos vas
corriendo!
¡oh cómo te me ausentas,
tiempo vano!
¡ay, de mi bien, y de mi ser
tirano!
¿cómo tu altivo brazo voy
siguiendo?
Detenerte pensé, pasaste
huyendo,
te seguí, y ausentástete
liviano,
te gasté a ti en buscarte,
¡oh, inhumano!
Mientras más te busque, te
fui perdiendo.
Ya conozco tu furia, ya
humillado,
de tu guadaña pueblo los
despojos;
¡oh, amargo desengaño no
admitido!
Ciego viví, y al fin,
desengañado,
hecho Argos de mi mal, con
tristes ojos,
huir te veo, y véote
perdido.
Imagen: Anónimo, Vanitas,
hacia 1540.
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