Con fugitivo paso este
arroyuelo,
asaltando las hierbas, y las
flores,
se viste alguna vez de sus
colores,
y otras le influye su color
el cielo.
Dejó en el monte la prisión
del hielo,
y dieron por el prado sus
errores,
alivio a los sedientos
labradores,
risa a las guijas, y
hermosura al suelo.
¡Oh cuánto me lastiman sus
cristales!
que ahora van corriendo a su
albedrío,
haciendo bienes, y alegrando
males.
Después, en manos de un
soberbio río,
le seguirán con pasos
desiguales,
loco en invierno, y cuerdo
en el estío.
Imagen: Felix Heuberger, Morgenstimmung bei Klosterneuburg, 1934.
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