LXV
Llegó la noche y no encontré
un asilo;
¡y tuve sed!... Mis lágrimas
bebí;
¡y tuve hambre! ¡Los
hinchados ojos
cerré para dormir!
¡Estaba en un desierto!
Aunque a mi oído
de las turbas llegaba el
ronco hervir,
yo era huérfano y pobre...
¡El mundo estaba
desierto... para mí!
Imagen: Gustave Guillaumet, Le
desert.
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