miércoles, 10 de agosto de 2016

GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER










LXV

Llegó la noche y no encontré un asilo;            
¡y tuve sed!... Mis lágrimas bebí;             
¡y tuve hambre! ¡Los hinchados ojos                
cerré para dormir!               

¡Estaba en un desierto! Aunque a mi oído                  
de las turbas llegaba el ronco hervir,                
yo era huérfano y pobre... ¡El mundo estaba              
desierto... para mí!  



Imagen: Gustave Guillaumet, Le desert.      


     

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