Dulce el fuego de amor,
dulce la pena,
y dulce de mi daño es la
memoria
cuando renueva amor la
antigua historia
que a su grave tormento me
condena;
mas cuando hallo mi
esperanza llena
de bien y de promesas de
victoria,
un súbito dolor turba mi
gloria,
y todos mis contentos
desordena;
que será esta luz pura de
belleza
la fe del justo amor en poca
tierra
vuelta, y el fuego muerto
que me inflama.
¡Oh vano ardor de la inmortal
flaqueza!
¿Si el fin que ofrece paz de
tanta guerra
no dejará aun ceniza de mi
llama?
Imagen: Jan Ekels, Jongeman verscherping zijn pen,1784.
No hay comentarios:
Publicar un comentario