Reconocimiento
de la vanidad del mundo
En fin, en fin, tras tanto
andar muriendo,
tras tanto varïar vida y
destino,
tras tanto de uno en otro
desatino
pensar todo apretar, nada
cogiendo,
tras tanto acá y allá yendo
y viniendo
cual sin aliento inútil
peregrino,
¡oh Dios!, tras tanto error
del buen camino,
yo mismo de mi mal ministro
siendo,
hallo, en fin, que ser
muerto en la memoria
del mundo es lo mejor que en
él se esconde,
pues es la paga dél muerte y
olvido,
y en un rincón vivir con la
vitoria
de sí, puesto el querer tan
solo adonde
es premio el mismo Dios de
lo servido.
Imagen: Hippolyte Flandrin, La
solitude, 1857.