Perdido
Ahora, en este punto del
ocaso,
desciende el dedo frío de la
niebla
borrando los perfiles de los
árboles,
sus ramas reflejadas en el
fondo
del terso territorio de tu
cuerpo.
Escucho su rumor, las
tiernas horas
que vibran en el filo de un
pedúnculo
igual que una hoja frágil,
que se muere.
Y todos esos árboles,
como criaturas
vestidas con la voz de la
indolencia,
reclaman sin nostalgia
aquella fruta:
esa almendra olorosa del
poniente
que rueda sin cesar por la
colina.
Imagen: Camille Pissarro, Puesta del sol y niebla, Éragny, 1891.
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