Adiós
Me desnudo de ti, de tu memoria,
de aquella dulce voz que me
envolvía,
desnudo de los labios y los
pechos
que saciaban mi sed y la apetencia
de devorarte;
desnudo de la fronda que
ocultaba
la puerta del planeta
subterráneo
donde rige la reina de las
hadas
celadora de arcanos
insondables,
de los hondos secretos de la
dicha.
Solo un salto y ya está, las
frías aguas,
la sosegada piel de esta
laguna,
sin que aguarde a Caronte
con su barca,
recibirá mi cuerpo para
siempre.
Nadaré sin descanso hasta el
ribazo
donde árboles inmóviles
sustentan
sus frutos con la linfa que
destila,
caritativa siempre,
generosa,
la compasiva fuente del
Leteo.
Trad. de Alberto Russo.
Imagen: José Benlliure y Gil,
La Barca de Caronte.
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