Despertar
Cuando uno se despierta
y abre los ojos ve la
oscuridad,
el alba a punto de romperse.
Lo sé porque los pájaros comienzan
a moverse, a agitar sus
alas,
y de su boca salen letras
una tras otra hasta formar
un río
que se lleva las sombras de
la noche
hasta los pies del mundo
donde se enredan torpes con
sus zapatos:
apenas puede caminar, se
tambalea,
tintinean las tazas y los
vasos,
la lámpara se mueve,
enmudecen las voces en la
radio
y la gente despierta preguntándose
qué ha sido eso,
y busca en el reloj la explicación
del enigma.
Todavía es temprano
y regresa al lugar de donde
vino,
al sueño donde todo era
negro y donde
había un resplandor y por él
se asomaba
el rostro sudoroso de un
niño que corría.
El río continúa llevándose
las sombras
y se cuela la luz por las
rendijas.
Cierro los ojos mas no puedo
recuperar mi sueño ni
tampoco
el sueño del vecino o de
aquel que sabe
que va a morir muy pronto o
el de la madre
que susurra reproches o el
del caminante
que deja su camino por unas
horas…
Y todavía menos el tuyo
que te has ido dejando la
cama fría, un rastro
de hielo que se pierde por
las calles
de esta aurora sombría que
presagia
un día triste y sin sentido.
Traducción de Alberto Russo.
Imagen: Howard Pyle,
Marooned, 1909.