Hay un reguero dulce y
encendido
de sol sobre los álamos
dorados.
Y, a lo lejos, los montes ya
nevados
encalman el paisaje
atardecido.
Si ahora tuviera el corazón
dormido,
los ríos de la sangre no
encrespados,
y ojos para mirar enamorados
los chopos donde aún tiembla
el sol huido...
Si ahora como esa luna ser
pudiera
que boga virginal, tan
lentamente,
tan alma pura en el azul...
Si fuera
un álamo, una luna, un dios
luciente...
Más sólo soy un hombre en la
ladera,
un hombre sólo, apasionadamente.
Imagen: Maynard Dixon, October
Gold, 1931.
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