A
veces, en el trecho de huerta que va desde el hogar
A veces, en el trecho de
huerta que va desde el hogar
a la alcoba, se me aparecían
los ángeles.
Alguno, quedaba allí de pie,
en el aire, como un gallo
blanco -oh, su alarido-,
como una llamarada de azucenas
blancas como la nieve o
color rosa.
A veces, por los senderos de
la huerta, algún ángel me
seguía casi rozándome; su
sonrisa y su traje, cotidianos;
se parecía a algún pariente,
a algún vecino (pero, aquel
plumaje gris, siniestro,
cayéndole por la espalda
hasta los suelos...). Otros
eran como mariposas negras
pintadas a la lámpara, a los
techos, hasta que un día
se daban vuelta y les ardía
el envés del ala, el pelo,
un número increíble.
Otros eran diminutos como
moscas y violetas e iban
todo el día de aquí para
allá y ésos no nos infundían miedo,
hasta les dejábamos un
vasito de miel en el altar.
Imagen: Anónimo, Saltiel Lumen.
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