martes, 31 de marzo de 2015

W. J. BARRYMORE











Tarde de estío

Heme aquí con un libro en la mano
en busca de un lugar tranquilo donde leerlo.
Me aparto de la casa y escojo
la trasera pared del granero.
El suelo me sirve de asiento y de respaldo
la vieja madera descarnada.
Abro el libro y en él hallo unas colinas
que caminan tranquilas hacia el horizonte,
los restos calcinados de un maizal,
cardos secos, saltamontes, hormigas,
nubes deshilachadas en el cielo…
Las cuatro y cuarto de la tarde,
justo la hora que marca mi reloj.
Mas mi tiempo es el tiempo del libro,
un libro en el que no hay renglones ni letras,
solo una vasta página donde la tarde vibra.
De vez en vez la brisa arranca
una pequeña queja de los cardos
cuando estremece su corona.


Traducción de Casimiro Ropero.


Imagen: Grant Wood, New Road, 1939.









lunes, 30 de marzo de 2015

ISMENE MATAS










Amarillo

                                                                         El sol ungía de amarillo el mundo
                                                                         Juan Ramón Jiménez

Hubo una vez un tiempo, un tiempo en que la vida,
el cielo de los hombres, la noche con sus sombras,
las alas de los ángeles teñidas por el alba,
las voces en la calle, el ruido de los coches,

las ínsulas extrañas, el hálito de mayo,
la luz de las adelfas, el canto del insecto,
las cartas que escribía al filo de la tarde,
el patio de mi casa, las sombras en mi alcoba,

el vino de los días, los platos en la mesa,
tu voz en el teléfono, el humo del cigarro,
las sábanas del lecho, tu tos al despertarte,
tu aliento en el espejo, seis canas en tus sienes,

la espera de las noches, la hiel de tus mentiras,
el manto del olvido, mis lágrimas ocultas,
la luz en tus mejillas, tus besos, mi sonrisa,
te quiero en el oído, mis labios en tus labios,

tus dientes en mi cuello, mis uñas en tu espalda,
tus manos en mi vientre, el bosque del tesoro,
tu entrada en la caverna, el reino conquistado…
Hubo una vez un tiempo que todo era amarillo.


Imagen: Mark Rothko, Untitled, 1968.


domingo, 29 de marzo de 2015

DAVID LÓPEZ GARCÍA










Día de limpieza

Es bien cierto que hacer limpieza agota
y decimos: mañana tal vez la haga,
y lo vamos dejando hasta que un día
los trastos que reunimos no nos dejan
sentarnos a la mesa, por ejemplo.
La cuestión es que el día en que me puse
a hacer limpieza a fondo, no hace mucho,
hallé una foto vieja donde mi alma
se asomaba a un balcón a media tarde.
¿Era Capri, Dubrovnik o Venecia?
¿Era un sábado, un martes, un domingo…?
¿Era el cielo, el infierno o el purgatorio?
“Cuánto tiempo buscándote”, le dije.
“¿Por qué?”, me preguntó frunciendo el ceño;
luego puso en su rostro una sonrisa
y dijo algo después, pero tan bajo
que apenas entendí lo que me expuso.
No pude averiguarlo, pues la foto
se la llevó una ráfaga de viento
que penetró a traición por la ventana.


Imagen: Giovanni Battista Tiepolo, Tetis reconfortando a Aquiles, 1757.


sábado, 28 de marzo de 2015

ROSAMUND GROSSMANN











El cuento de Rosamund niña

Un día mi padre perdió su sombrero.
No supo decir dónde lo había olvidado
y mi madre lloraba a solas en un rincón de la cocina.
Nunca entendí por qué se le daba
tanto valor a un objeto tan viejo y tan feo.
Después de aquello mi madre me obligaba
a que lo siguiera cuando salía cada tarde.
Nunca lo seguí. Me quedaba en el parque observando
el paso majestuoso y azul de los pavos reales,
hipnotizada por los malignos ojos de sus plumas.
Eran para mí la materialización de aquel Oriente
que vivía secretamente en mis novelas.
Luego mi madre me preguntaba:
¿Dónde ha ido? Y yo le respondía:
Al café, con sus amigos, como siempre.

Un día perdimos a mi padre.
Salió por la mañana para ir al trabajo y nunca regresó.

Desde entonces no he vuelto a ver la malévola
pupila que nos contempla desde el ventalle
azul y verde de los pavos reales.


Traducción de Elisabeth Romero O’Connor.


Imagen: Archibald Thorburn, Peacock and peacock butterfly, 1917.