Infancia
El mar inmenso, azul,
profunda tumba de piratas y
tesoros,
estaba allá muy lejos,
detrás de las montañas.
Era una ausencia.
Los ríos, también, eran
grandes ausentes.
Sus aguas, bajo la tierra,
corrían espesas y oscuras,
arrastrando desperdicios.
Y la belleza también se
escondía.
Rara vez salía a la calle.
A veces se asomaba con el
sol en el patio
o en los ojos del gato.
Y los viajes tenían que ser
imaginarios,
pobres ensueños tibios en
los fríos rincones
donde empezaban los caminos.
Así que todo viaje era un
proyecto,
todo secreto,
un viaje secreto,
inconfesable.
Y los potreros donde jugaba
fútbol
se iban llenando de casas.
Había que caminar mucho
para llegar donde no hubiera
extraños.
El camino de la escuela a la
casa:
ese simulacro de la Odisea.
Imagen: Homer Winslow, Boys in a
Pasture, 1874.
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