Castilla
Son muchas las versiones,
pero todas
recurren siempre al Caos del
principio
y a algún tipo que corta por
lo sano.
Ahí tenemos, por ejemplo, a
Eurínome
que en aquel desgobierno va
y se pone
a bailar, y de pronto nos
separa
el cielo de la tierra. Y qué
me dices
de nuestro Dios, que sobre
el mar incuba
nada menos que el orden de
este mundo.
Y, si no, aquel Demiurgo que
cercena
la idea de las cosa y, ya de
paso,
se inventa el pensamiento
occidental.
Pero si un día llegas a
Berlanga
y observas de qué modo el
horizonte
de esa bendita mies
luminiscente
confunde cielo y tierra en
unos límites
que nunca concibieron el
océano,
sabrás que aquí fue todo muy
distinto.
Imagen: Benjamín Palencia, La
perdiz, 1927.
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