La
adopción
Mi único deseo es que me
adopten.
¿Hay alguien que desee un
hijo nuevo?
Mas, puestos a elegir, si
fuesen pájaros
mucho mejor, ya sean de la
clase
que sean, pero nada de
gallinas
ni pavos ni avestruces ni
otras aves
que quieren arrastrarse por
la tierra.
Ah, y tampoco me gustan los
canarios
porque es triste vivir en
una jaula.
Yo prefiero el gorrión o la
abubilla
–a pesar de su olor
desagradable,
pero tiene una cresta tan
graciosa-,
el cuco, el verderón, la
lavandera…
Y todo porque quiero que me
enseñen
a surcar los océanos del
viento
y ese vuelo rasante sobre el
lago
que te convierte en dos por
un instante.
Mas lo mejor es ir de rama
en rama
y que a uno le importe un
pito doble
la gente, y defecar sin que
te aflijas
de que te vea el juez o el
rey de Roma;
dormir sin pesadillas,
construir nidos
con colchones de plumas para
todos,
atacar a los niños según
Hitchcock,
poder gritar ¡socorro, que
me caigo!
sabiendo que es mentira…
Imagen: Marc Chagall, Le Poete aux oiseaux, 1911.
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